Los síntomas más frecuentes de las fobias son el miedo o ansiedad intensa hacia un objeto o situación específica por ejemplo: a hablar en público, a los espacios abiertos o cerrados, a volar o conducir, a las alturas, a los animales, a las inyecciones o a ver sangre entre otros, que hace que la persona que lo experimenta trate de huir, se paralice, o adopte actitudes de resistencia acompañada de ira o confrontación hacia las personas que les presionan para que se enfrenten a la situación que les atemoriza de forma intensa.

En este sentido, el miedo o la ansiedad es desproporcionado al peligro real, la evitación es persistente y se alarga en el tiempo de forma crónica causando un  malestar significativo y deterioro  en las relaciones familiares, sociales y laborales.

El origen de las fobias puede estar ligado al recuerdo de sucesos y experiencias traumáticas vividas anteriormente y muy enraizadas en nosotros.

Dependiendo del estímulo que causa el miedo intenso, las fobias pueden clasificarse por su origen:

• Hacia los animales, por ejemplo: arañas, insectos, perros…

• Hacia los entornos naturales, por ejemplo: alturas, tormentas, agua…

• Hacia la sangre-inyección-heridas , por ejemplo: atención médica,  agujas, transfusiones, procedimientos médicos invasivos, miedo a las lesiones…

• Hacia las situaciones, por ejemplo: a volar en avión, conducir, a hablar en público, a sitios cerrados como ascensores o abiertos como plazas…

• Hacia cualquier otro tipo, por ejemplo: a sonidos ruidosos o a personajes disfrazados…

La fobias también pueden tener su origen en factores relacionados con:

• Haber carecido de afecto en la infancia o vivido una afectividad negativa,

• Haberse vivido situaciones similares que causaron miedo intenso o ansiedad.

• La sobreprotección, pérdida o separación de los padres,

• El maltrato físico y los abusos sexuales,

• Las situaciones negativas o traumáticas.

• La predisposición genética al disponer de familiares de primer grado con  fobias específicas similares.